El mercenario nocturno sentía la materia tras de su ojo derecho. A lo lejos, la sensatez lo ve, se le aproxima, le pregunta: —¿Renuncias a la noche y a todas sus obras? Y el mercenario: —Sí, renuncio.
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Si el trabajo dignifica al hombre, los desvalidos serían indignos. También los soñadores.